"Contra la fastidiosa monotonía de la muñequería industrial que sólo sabe decir "mamá", hay en el corazón de cada muñeca y muñeco de trapo, un subrepticio depósito de poesía, una vida privada en la que se entretejen los pedazos de muchas vidas". Aquiles Nazoa.
Margarita
está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar
un cuento.
Solo cuando aquellas manos son capaces de transformar el odio y la miseria en amor, esperanza y alegría es que nacemos los muñecos y muñecas de trapo. Nacemos de un parto popular de resistencia y nacemos preñadas.
Tras muchos juegos y cantatas damos a luz alegría, sonrisas, carcajadas, esperanza y confianza en lo que somos como pueblo.
Nuestra preñez dura menos de un día a veces menos de una hora, parimos a cada ratico entre las manos parteras de niñas y niños y los hijos e hijas que lanzamos a este mundo se incuban en los pechos de la infancia, habitan en ellos para siempre pero no en cautiverio, cuando les da la gana y cuando la matria les necesita salen revoloteando en canciones, en bríos, en amor propio, en lealtad a nuestra invisibilizada clase.
Y por supuesto en poderes creadores, inventores y disposicioneros.
LAS MUÑECAS Y MUÑECOS DE TRAPO, somos seres libres quienes luchamos por la vida desde el hecho más sencillo y tierno; luchamos desde la alegría esperanzadora del jugar, aquel que no emula guerras, ni somete a nuestras amadas niñas y mujeres a la dominación patriarcal; ni a nuestros niños al morbo y la violencia machista.
Con nuestros cuerpos de trapo conducimos a la infancia de nuestra matria por un hermoso canto a la vida, por caminos de cuentos que recogen con mística nuestra identidad, Guachirongos, negras cimarronas, Momoyes, indígenas y caballitos que comen flores.