CARTA A SEBASTIÁN PARA QUE NO ME OLVIDE
Cuando los niños y niñas
juegan, hasta la muerte vive: una pelota danza, una madera le hace vuelo, un
viejo periódico es un barco en el mar pasajero de una lluvia. Todo es juego, el
sol a través de un vidrio de botella incendia hierbas, una niña de cinco años
ya es la abuela de una muñeca hecha de forros de almohadas donde ya nadie
duerme. La desgarradura de una tabla vieja es una espada y una camisa vieja es
una capa. El "Zorro" es de verdad el zorro, y no hay, entre niños,
religión ni sacerdote.
Los niños y niñas se juntan con los perros, con los
gatos, con la arena para los castillos y con el mar para tantas aventuras.
Conocí a un niño que viajó sobre un dinosaurio azul
por el fondo de la tierra, cabalgó sobre el caballo de Marco Polo, habló con un
pozo muerto y conversó con una iguana.
Hay niños y niñas en el mundo, muchos, que sueñan con comida y amanecen con hambre. Debes saberlo tú que ahora comes y tienes otros sueños. Tú y Juancho juegan con la guerra de las galaxias, con monstruos japoneses y con armas de plástico, fabricadas en el Norte para los niños y niñas del Sur, vendidos por viejecitos amables en tiendas del niño Jesús y compradas por padres amorosos como nosotros. Nada malo.
Hay otras tierras donde hay niños que juegan con armas de verdad, fabricadas
donde mismo se fabrican los juguetes.
Una carta de sueños
y de juegos andaría coja si no cuenta el cuento del niño sin la pierna y del
que quedó zurdo porque perdió la derecha. El niño de Solentimane jugando con el
sombrero del padre que dio un brinco y se durmió en el patio y la niña de
Argentina que murió en el aire con un terrón en la boca. Nada bueno.
Sí, ya sé, ya va,
ya iré contando cartas. La vida es un rollo donde todos tenemos un cuento y los
niños y niñas juegan con la vida y con la muerte, dos caballitos que vienen de
Francia: corren que corren y ninguno se
alcanza.
-Orlando Araujo-